domingo, 27 de septiembre de 2009

LA FUNCIÓN DE LA INACCIÓN

-Hola que tal, ¿Cómo va todo compa?
-Pues bien tranquilo, pasándola, ¿Tu cómo vas? ¿Qué has hecho?
-Yo, pues nada, me la paso echando la hueva.

Discurso clásico, especialmente en la vida del mexicano, y no es que apoye los clichés y los prejuicios sobre el tan afamado nacional huevón, pero es cierto, este diálogo se ha vuelto una constante entre los compañeros, incluso los más activos y comprometidos con el constante actuar. Y hablo del mexicano porque es al que conozco de forma más directa, soy uno de ellos, he sentido y vivido esta dinámica en la que desplazo mis actividades obligadas ad infinitud encontrando satisfacción efímera en cualquier otra estupidez que me mantenga distraído, absorto, RELAJADO. Remarco esta palabra porque es la que encierra la respuesta que yo le doy a la existencia necesaria de la procrastinación como parte fundamental de la vida del ser humano.

Exactamente, es así de sencillo, el ser humano necesita momentos de relajación, espacios de tiempo en los cuales olvidar que es responsable de alguna tarea, que tiene que mantenerse con vida y para ello debe trabajar, estudiar, construir, pensar, reflexionar, concluir proyectos… [pfff], en fin una variedad infinita de actividades con una finalidad específica. Si lo pensamos bien, la vida del ser humano, desde el principio de los tiempos, ha sido realmente estresante, nos agobia la responsabilidad de cargar con la conciencia -derivada del uso de la razón que sólo el homo sapiens ostenta- de nuestra misma existencia y de la necesidad de actuar de determinada forma para mantener esa desdichada y tan valiosa presencia en espacio y tiempo. No es fácil cargar con tan tremenda responsabilidad, y pese a nuestro amargo sentimiento de que los tiempos anteriores siempre fueron mejores, estoy seguro que es un sentimiento que se repite en las generaciones pasadas hasta sus inicios: “ya no es como antes”, “antes todo era más sencillo”, “ojalá hubiera nacido en tal o cual década”, etc. en eso nos pasamos los días, en pensar y darnos golpes de pecho por la cruel y terrible vida que nos tocó vivir, con toda razón creo yo, pero siempre con un límite, y ese límite lo marcan los periodos de procrastinación diarios en los que todos nos hemos sumido alguna vez para escapar de las constantes presiones.

Si duda es necesaria, por muy jodida que parezca, pero si no, el estrés nos llevaría a la decadencia social e individual, sino vean a los “gringos” o a los nórdicos, sociedades que viven en la opulencia de su “superdesarrollo” logrado con “gran esfuerzo” y trabajo constante, pero que terminan con los índices más altos de suicidio y homicidio, dos extremos igual de decadentes. Frente a estos casos la sociedad mexicana y todas las latinoamericanas tan criticadas por su lentitud permanente, por nuestro aletargamiento y culto a la procrastinación, son problemas menores, incluso podría ser una ventaja, pues gracias a ello nos mantenemos con vida, y me refiero a vida de verdad, no a la rutina en la que se encierran las sociedades “desarrolladas” en las que toda acción que no produce un beneficio es basura.

Por ello yo me pregunto ¿tan mala será la procrastinación? A fin de cuentas avanzamos “lento pero seguro”, no somos sociedades estáticas, sin historia ni futuro como alguna vez con gran ignorancia se dijo de los africanos, seguimos otros caminos, pero claro que si nos comparan con “ellos” (los productivos y desarrollados) bajo sus propios parámetros de obsesión productiva nos veremos en desventaja, pareceríamos, en esas circunstancias, sociedades sin ritmo, sin trabajo, adormecidas. Y por el otro lado vivimos la vida, la pasamos alegres, disfrutamos de ella y como dicen los italianos e pure si muove, seguimos adelante, crecemos nos desarrollamos.

Así que la próxima vez que reflexionemos sobre este “despreciable fenómeno”, recordemos que nada es completamente negativo, que todo proceso, fenómeno u actividad humana tiene al menos una doble función, en este caso la de alentar pero también la de relajar el transcurso de la vida cotidiana.

No hay comentarios:

Publicar un comentario