domingo, 11 de octubre de 2009

ACCIÓN /POSESIÓN (1)

Hoy, al sentirme abrumado entre las pilas de tareas y trabajos atrasados que tengo por hacer, me dio por pensar en un tema que probablemente lleva siglos siendo discutido, que es indisociable de los temas de la crítica intelectual tanto en la época de las Revoluciones como en el presente tiempo de las Incertidumbres y -con un poco de optimismo- de la Renovación. Es una temática que nos atañe a todos y que espero les interese ya sea que compartan mi punto de vista o no sobre el mismo, pues la finalidad es que todos nos sintamos aludidos y con ganas de expresar algo en este espacio y en todos los medios transgresibles que nuestra palabra incendiaria sea capaz de trastocar y modificar.


Así es, la acción y la posesión, palabras que utilizamos todos los días en nuestras fervientes conversaciones críticas de altos vuelos intelectuales y en nuestras charlas mundanas de frecuencia excesiva sin querer devaluar la importancia de éstas (al menos no con demasía), dan muestra de un fuerte dilema que me sofoca todos los días. La acción, como medio de transformación y de producción de valor de un lado y la posesión, símbolo más sagrado de nuestro sistema de estructuración mundial actual o como valor producido (cualquiera de las dos connotaciones queda), son elementos que se yuxtaponen, se contradicen y alimentan en un juego dialéctico constante.


Un profesor que aprecio bastante, recurría a una expresión de conocimiento popular bastante nueva, decía: “tanto tienes tanto vales, tanto compras tanto existes” con lo que nos explicaba que el sistema capitalista que domina hoy en día todas nuestras relaciones y que pone por sobre todas las cosas como valor máximo a la posesión sobre algo determinado o la posesión como objeto que debe ser acumulado. Y con esto me refiero a un término que Marx hizo muy famoso en una de sus obras más importantes llamada El capital, y este término es el “fetichismo”.


Marx menciona o más bien exalta con extremada preocupación que el valor que un objeto recibe por la cantidad de trabajo invertida en su producción ya no es más un valor como producto de una acción, sino que ha adquirido, o mejor dicho, el hombre le ha conferido valor por si mismo: la fetichización de los objetos. Esto quiere decir que desde hace tiempo cuando el intercambio comercia pasó de ser mercancía por mercancía, a mercancía dinero mercancía y posteriormente mercancía dinero; ese dinero pasó a adquirir un valor por si mismo y no por su función o la cantidad de trabajo que se invertía en su producción. En este sentido el dinero obtuvo un valor que por si mismo no tiene y que vino a desvirtuar un medio de transacción para convertirlo un elemento de la misma transacción.


En nuestros días este mismo fenómeno se aplica a todos los aspectos de la vida cotidiana incluso sobre las personas mismas: la acción del ser humano con la que se produce todo lo que se encuentra a nuestro alrededor, lo que vestimos, lo que comemos, etcétera, ha perdido su valor real frente al que se posee o incluso frente a la posesión misma. Es un fenómeno tan repugnante y poderoso que difícilmente alguien puede negar que haya visto e incluso que ha estado consciente de ello por mucho o poco que lo haya analizado.


Que el valor de un objeto o de poseer tal objeto represente más que la capacidad del hombre de producir determinado objeto -o del hombre mismo-, si nos damos realmente cuenta de lo que quiere decir, podremos entender que es uno de los puntos centrales de la decadencia de la sociedad actual y que se ha reproducido desde los orígenes, prácticamente, del sistema que abarca y destruye todo en el mundo actual, pero que también nos promete el sueño dorado y paradisíaco de la felicidad y la prosperidad; lo que a unos les ha dado por llamar “el sueño americano” y que yo llamaría sin pensarlo mucho, “la pesadilla del tercer mundo”...

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