domingo, 15 de noviembre de 2009

PARADOJAS

El sistema global actual, a través de los flujos internacionales de capitales, de personas, de mercancías, de información y de todo aquello que los avances tecnológicos y científicos nos permiten trasladar de un lugar a otro, en cantidades inmensas y en tiempos insignificantes, provocan un desajuste y, posteriormente, caos a nivel global al desequilibrar la economía de los países que no tienen la capacidad de resistir tal cantidad de fluctuaciones.

El problema no es sólo la imposibilidad de regular tales flujos debido a los poderosos intereses que empujando desde arriba, se resisten a la intervención bajo ninguna circunstancia. El problema también radica en que estos enormes flujos están interrelacionados, enmarañados, amalgamados, dentro del sistema económico actual y todas las relaciones socioeconómicas internacionales, a tal nivel, que parece imposible atacar el problema sin que colapse todo el edificio de naipes de la estructura económica y con ella el sistema global.

Sin embargo, el edificio se cae a pedazos siguiendo su propia dinámica, ya que en una estructura globalizada en la que no hay equivalencia en los flujos mencionados, ni una constante circulación y esparcimiento de los mismos, sino más bien una acumulación en unos cuantos países y en las manos de unos cuantos sujetos, mientras la mayor parte de los países quedan marginados de las ganancias o del propio modelo económico y una gran parte de la población mundial se hunden en la miseria, parece obvio que el engranaje de dicho sistema tiende a atascarse a falta de las piezas que mantengan en movimiento tan inmenso y complejo sistema de “interrelaciones”.

No fue la intervención del Estado, que tanto criticaban los defensores del neoliberalismo y del libre mercado, lo que condujo a esta nueva y nunca antes vista crisis global, fue la misma libertad que tan fervientemente buscaban los grandes protagonistas de la economía mundial (organizaciones internacionales, empresas, inclusive algunos gobiernos y los dueños de las grandes riquezas del mundo), la que al desequilibrar la balanza de las ganancias en favor de esos pocos, hizo quebrar, en el presente año, al sistema financiero mundial a través de la especulación excesiva, la desacumulación y sobreacumulación de capital de las inmensas mayorías y los pequeños grupos respectivamente interrumpiendo el movimiento cíclico del dinero.

Es irónico que hoy sea el mismo Estado al que tanto se desprestigió el que esté interviniendo para tratar de rescatar y levantar, como sea, la economía global devastada por la explosión de la burbuja especulativa y por la recesión económica que cada día afecta a más países (aunque esta actitud rescatista del Estado es un patrón que se ha repetido una y otra vez), y es en este contexto que se antoja oportuno buscar una nueva forma de planeación en la que el Estado, en vista de sus funciones históricas, pueda regular los flujos internacionales para garantizar su supervivencia y la del sistema internacional vigente.

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